domingo, 11 de septiembre de 2016

Buenos Aires: Ciudad Verde

Espacios Verdes 

La Reserva Ecológica

Entre Puerto Madero y el Río de la Plata se encuentra la primer Área Natural Protegida de la Ciudad de Buenos Aires: la Reserva Ecológica Costanera Sur. A solo pocas cuadras del centro financiero de la ciudad, este espacio verde de 350 hectáreas deja atrás rascacielos y torres y da paso a lagunas y bañados, bosques de alisos y cortaderales.
Pero la reserva no siempre estuvo ahí, en ese espacio al sur de la ciudad, delimitado al este por el río, al oeste por la avenida Intendente Hernán M. Giralt y la avenida Achával Rodríguez, al sur por la Ciudad Deportiva de Boca Juniors y al norte por el malecón de Puerto Nuevo. Conocer su historia es conocer una de las formas en que la naturaleza y la ciudad pueden convivir.
Antes, entre 1918 y 1950, en la Costanera Sur funcionó el Balneario Municipal. Allí iban los habitantes de Buenos Aires a disfrutar de un día junto al Río de la Plata; se bañaban en las aguas o disfrutaban de una cerveza en La Munich, la cervecería más importante del paseo de la costanera. Pero cuando el deterioro de las aguas empeoró, los porteños fueron dejando atrás este paseo.
A partir de 1978, comenzaron a volcarse escombros en la zona de la costa rioplatense, lo que provocó un gran deterioro ambiental. El gobierno local de aquel entonces quería ganarle terreno al río para luego construir allí el Centro Administrativo de la Ciudad. Este proyecto fue abandonado en 1984, dejando una gran cantidad de escombros donde antes los bañistas disfrutaban las tardes.
Fue en ese momento en el que la naturaleza comenzó a avanzar: entre aguas contaminadas y restos de cemento y ladrillos, la vegetación silvestre supo abrirse paso hasta llegar a cubrir el relleno. Las inundaciones (frecuentes en el área) y el arribo de camalotales ayudaron a que la naturaleza conformase distintos ambientes. Éstos supieron ser aprovechados por distintas organizaciones ambientalistas que, a partir de 1985, desarrollaron allí distintas actividades con fines educativos.
Estas organizaciones tendrían un rol fundamental en la conformación de la Reserva. Fueron las fundaciones Vida Silvestre Argentina, Aves Argentinas y Amigos de la Tierra las que, en 1986, propusieron a la Municipalidad de Buenos Aires la creación de la Reserva Ecológica. El 5 de junio de ese mismo año, a través de la ordenanza 41.247/88, las autoridades declararon a esta zona Parque Natural y Zona de Reserva Ecológica y, tres años más tarde, la declararon Área de Reserva Ecológica.
Pero este no fue el último reconocimiento institucional para este espacio verde. En 1994, la entonces Secretaría de Turismo de la Nación declaró “de Interés Nacional” a la Reserva y, ese mismo año, la Municipalidad de Buenos Aires la declaró “de Interés Turístico Municipal”. A los reconocimientos nacionales, se sumarían los internacionales: en el año 2005, la Convención Ramsar, dedicada a la conservación de humedales en el mundo, le daba el título de “Sitio Ramsar” y la BirdLife International, junto con Aves Argentinas, el de “Área de Importancia para la Conservación de las Aves” (AICA).
Hoy en día, desde la Reserva Ecológica Costanera Sur se trabaja para la conservación y la preservación de este espacio que es el hogar de aves, mamíferos, insectos y plantas y que es también el lugar que tienen los porteños para hacer ejercicio, disfrutar de un paseo en bici o, simplemente, unos mates frente al río.

Abandonado aquel proyecto de urbanización en 1984, fueron llegando semillas de numerosas especies, transportadas, en forma natural, por el río, el viento o los animales. Muchas de ellas eran características de ambientes de la ribera rioplatense; otras, eran de especies exóticas que venían de los ejemplares que crecían al costado de las calles y dentro de las plazas y jardines.
Así fue como se fueron conformando los distintos ambientes que hoy integran la Reserva Ecológica Costanera Sur. Cada uno es la casa de distintas especies de animales y plantas; cada uno tiene su propia belleza.

Parque 3 de febrero

El Parque 3 de febrero es el pulmón verde más grande de la Ciudad de Buenos Aires. Sus bosques, lagos, plazas y paseos se extienden a lo largo de 370 hectáreas del barrio de Palermo.
Dos de las avenidas más transitadas de Buenos Aires recortan uno de los espacios verdes que mayor número de visitantes recibe a diario. Entre la Avenida Del Libertador y la Avenida Leopoldo Lugones, el Parque 3 de febrero, más conocido como los bosques de Palermo, se extiende hacia el este y el oeste y descubre un corredor de árboles y lagos entre estas dos arterias fundamentales del barrio de Palermo y de toda la Ciudad.
Fue un 3 de febrero, pero de 1852, el día en que Juan Manuel de Rosas cayó en la Batalla de Caseros.

Un poco de historia

Corría 1829 cuando Juan Manuel de Rosas llegó al gobierno de la provincia de Buenos Aires y, salvo por un período de dos años (entre 1832 y 1835), se mantuvo al frente de la provincia hasta 1852. Pocos años después de iniciado su segundo gobierno, el Restaurador de las Leyes y las Instituciones de la Provincia de Buenos Aires (título con el que lo honró la legislatura) compró varios terrenos en el área conocida como el bañado de Palermo. Allí construyó su residencia: la quinta Palermo de San Benito. Pero, luego de 17 años de gobierno ininterrumpido, Rosas fue derrocado. El 3 de febrero de 1852, las fuerzas del Restaurador se midieron con las del gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, quien finalmente resultó vencedor en la Batalla de Caseros.
Tan sólo 13 días después de su derrota, el Decreto Provincial N° 1474 estableció que todas las propiedades pertenecientes a Don Juan Manuel de Rosas que existían en el territorio de la provincia de Buenos Aires pasaban a ser de pertenencia pública. Así, se le expropiaron los terrenos de Palermo, donde actualmente se encuentra el Parque.
El predio tardaría aún 22 años en ser inaugurado como parque público. Recién en 1874, con la sanción de la Ley Nacional N° 658, se creó este espacio y se le asignó un presupuesto específico. Fue el diputado por Buenos Aires, Vicente Fidel López, quien propuso el nombre de “3 de febrero” para el parque de Palermo, en conmemoración de la Batalla de Caseros.

Parque público

El Parque 3 de febrero se inauguró oficialmente el 11 de noviembre de 1875, en un acto que contó con la presencia oficial del entonces Presidente de la República, Nicolás Avellaneda, quien plantó una magnolia, que aún se conserva.
La elección del árbol fue todo un tema para Avellaneda, pero también para Domingo Faustino Sarmiento, su antecesor en la presidencia de la nación. La ley que creó al Parque 3 de febrero fue promulgada durante la presidencia de Sarmiento y su fundación estaba prevista para fines de su mandato. Pero las obras se demoraron, y Avellaneda fue el encargado de inaugurarlo. Sarmiento aceptó que Avellaneda plantase el árbol fundacional, pero no lograban ponerse de acuerdo acerca de qué especie sería la elegida. Mientras que el sanjuanino abogaba por un arrayán, típico de los bosques del sur argentino, Avellaneda se mantenía firme en su decisión de plantar una magnolia que, según dicen, había sido elegida por su esposa, Carmen Nóbrega de Avellaneda.
La cuestión quedó zanjada el mismo día de la inauguración, cuando Avellaneda, luego de oír el discurso de Sarmiento, tomó una pala (que aún se conserva en la Dirección General de Espacios Verdes del gobierno porteño) y plantó la controvertida magnolia.

Parque de la Ciudad

A pesar de que el Parque fue creado a partir de una iniciativa del Gobierno Nacional, fue transferido a la jurisdicción de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires en 1888, que se comprometió a hacerse cargo de los gastos de mantenimiento.
Bajo la órbita de la Municipalidad, el Parque se vería beneficiado por las obras encaradas por el Director de Paseos de la Ciudad, el célebre arquitecto y naturalista Carlos Thays, quien había asumido el cargo en 1891. Durante sus 22 años de gestión, el Parque 3 de febrero vería la inauguración del monumento a Sarmiento, realizado por Auguste Rodin, el inicio de las excavaciones del Lago de Regatas, la colocación de la piedra fundamental del Monumento de los Españoles (con motivo del centenario de la Revolución de Mayo) y la demolición del Caserón de Rosas, que todavía se mantenía en pie, albergando a la Escuela Naval Militar.
Thays fue sucedido por su discípulo, Benito Carrasco, quien, en 1914, llevó adelante una obra que estuvo a la altura del legado de su maestro: su gestión al frente de la Dirección de Paseos se inició con la construcción del famoso Rosedal de Palermo, acompañado por el puente de arquitectura helénica, el embarcadero, el templete y la pérgola.
Si bien el paisaje natural del Parque resultaba atractivo y pintoresco para sus visitantes, a principios de la década de 1940 se verificaba un franco retroceso de la fauna aviar del paseo. Para remediar la situación, las autoridades de la Municipalidad de Buenos Aires soltaron unas 3.000 aves de distintas especies. Así, el paisaje del Parque fue conformando la postal que hoy todos conocemos: los lagos, donde cisnes y garzas nadan plácidamente, y los bosques, donde los tordos y zorzales construyen sus nidos.

El Parque, hoy

Con 370 hectáreas, el Parque 3 de febrero integra el espacio verde más grande de la Ciudad. Dentro del predio se distinguen áreas de acceso libre y gratuito que ocupan la mayor porción del Parque, como las plazas, los paseos y el Rosedal. Otras, son de uso restringido, como el campo de golf, el Jardín Japonés, el Museo de Artes Plásticas “Eduardo Sívori” o el Planetario “Galileo Galilei”. Existen también áreas que dependen del Gobierno Nacional, dentro de las que se destaca el Hipódromo de Palermo, otras que fueron concesionadas a clubes u otras organizaciones y también espacios que fueron vendidos.
Su riqueza natural y paisajística rápidamente convirtió al Parque en uno de los lugares de esparcimiento más buscados por los porteños, quienes no sólo se acercan para descansar y disfrutar del paisaje, sino también para practicar lo más variados deportes y actividades en alguna de las 29 plazas que integran este espacio: desde el fútbol y el running hasta el longboard y el roller hockey. Entre sus bosques, el Planetario y el Museo de Artes Plásticas “Eduardo Sívori” atraen a los amantes de las ciencias y las artes. Los más curiosos visitan el Jardín Japonés, que no sólo ofrece el atractivo de uno de los jardines más bellos de la Ciudad (junto con el Rosedal y el Jardín Botánico), sino también la posibilidad de contactarse con algunas de las formas culturales más representativas de Japón.
A 139 años de su fundación, el Parque 3 de febrero mantiene la popularidad que supo construir a lo largo de su historia. Día tras día, los visitantes encuentran una nueva forma de apropiarse de lo público y disfrutar al máximo de la Ciudad en un espacio que constituye un oasis dentro del paisaje urbano de Buenos Aires.

El Parque Avellaneda

El Parque Avellaneda se encuentra en el sudoeste de la Ciudad de Buenos Aires, en la intersección de las avenidas Directorio y Lacarra, dentro del barrio que lleva su mismo nombre. En sus más de 30 hectáreas, el parque alberga numerosas riquezas naturales, culturales e históricas que lo constituyen como uno de los espacios verdes más importantes de la Ciudad.
Ubicado en el suroeste de la ciudad, en la intersección de las avenidas Directorio y Lacarra, el Parque Avellaneda ofrece un paisaje privilegiado: una gran variedad de especies de aves, árboles y arbustos, junto a compañías de teatro callejero y espacios de formación cultural conviven dentro del último casco de estancia que se mantiene en pie dentro de la ciudad.
En sus más de 30 hectáreas, el parque revela distintos atractivos a los visitantes. La combinación de patrimonio natural, cultural e histórico hacen de este lugar uno de los espacios verdes más importantes e interesantes de la Ciudad de Buenos Aires. Caminar por sus senderos, sumergirse en el pasado, es remontarse a épocas lejanas que nos hablan de los orígenes de este lugar.
El actual terreno del Parque Avellaneda era parte del predio conocido como la Chacra de los Remedios. Su nombre proviene de un ruego: allá por 1727 Buenos Aires fue asediada por una epidemia de tifus tan devastadora que llevó a que se proclamase a Nuestra Señora de los Remedios como Patrona Menor de la Ciudad y se levantara un oratorio dentro de la chacra, de ahí su nombre.
Si bien hoy el Parque tiene un poco más de 30 hectáreas, por aquel entonces la Chacra de los Remedios se extendía a lo largo de unas 1200 hectáreas: limitaba, al norte, con el arroyo Maldonado; al sur, con el Riachuelo y al este y al oeste, con las actuales avenidas Lacarra y Escalada.
Durante el siglo XVIII, la chacra, gracias a un donativo de José González Islas, llegó a manos dela Hermandad de la Santa Caridad, que contó entre sus autoridades al capitán Juan de San Martín, padre del libertador. Esta entidad se dedicó a una noble tarea: enterrar a los muertos desamparados, los que no tenían familia que pudiesen costearle sus funerales.
Una vez que el problema de los insepultos estuvo atendido, los hermanos se enfocaron en una nueva cuestión: las huérfanas. Así fundaron el primer colegio de huérfanas en Buenos Aires. José González Islas, donante de la chacra, fue rector del colegio que utilizó el predio como “quinta de verano”, donde las niñas y mujeres podían disfrutar de la vida de campo.

Cambio de dueños

La chacra alternaba su nombre: era conocida como la “Chacra de los Remedios”, por algunos, o como la “Chacra de las Huérfanas”, por otros. El nombre poco importó con la llegada de las reformas laicas del entonces ministro Bernardino Rivadavia, quien por la década de 1820 confiscó varias propiedades eclesiásticas. Así, el predio de la Hermandad pasó a manos de la Sociedad de Damas de Beneficencia, quienes tomaron a su cargo el colegio de las huérfanas, hasta que en 1828 apareció un nuevo propietario.
Fue a orillas del Río de la Plata, lejos de su Ecuador natal, donde Domingo Olivera aprendió a cuidar la tierra y el ganado. Sus cargos en la función pública lo pusieron en contacto con la campiña bonaerense y rápidamente se entusiasmó con la actividad agrícola. Cuando Clemente Miranda, importante hacendado local, le propuso iniciar un establecimiento agrícola, Olivera no lo dudó: en 1828, adquirieron, en sociedad, la Chacra de los Remedios.
Pero la participación de Clemente Miranda duró poco y, en 1830, abandonó el proyecto debido a problemas económicos. Aunque ya no tenía un socio comercial, Olivera contaba con el apoyo de su esposa, Dolores Piriz de Olaguer Feliú (sobrina del virrey) y sus dos hijos mayores, Eduardo y Nicanor, quienes lo acompañaron en este emprendimiento y se trasladaron con él a la chacra. Así fue que se inició una historia de casi cien años de trabajo familiar en Los Remedios.
Fueron años de dedicación a la cría de caballos, ovejas y vacas, hasta que Domingo Olivera murió en 1866. Entonces, Los Remedios se convirtió en la vivienda permanente de su hijo mayor, Nicanor, quien transformó la propiedad en una residencia señorial que tenía a la Casona como insignia. Esa Casona, que hoy se alza imponente en el barrio de Parque Avellaneda, por aquel entonces, desde la lejanía del suroeste de la ciudad, atraía a las figuras más ilustres de la sociedad porteña.

Parque público

Para comienzos del siglo XX, en la chacra podían encontrarse raros ejemplares de especies arbóreas que habían sido traídas del Viejo Mundo. Casualmente, el gobierno exhibía especial interés en mantener espacios verdes en los barrios porteños que se iban desarrollando. Así fue como la Municipalidad de Buenos Aires ofreció a los herederos de Olivera comprar parte de sus tierras para destinarlas a un parque público. El 7 de marzo de 1912, el terreno comprendido entre las calles Lacarra, Directorio, Moreto y Gregorio de Laferrere, era destinado a tal fin.
El Parque Domingo Olivera, nombre estipulado en la escritura de la venta, fue inaugurado el 28 de marzo de 1914 y, para noviembre del mismo año, se cambiaba su nombre por el que hoy en día lleva: Parque Presidente Nicolás Avellaneda. Si bien su nombre fue cambiando a lo largo de tres siglos, esta porción de la ciudad aún recuerda su historia, una historia marcada por la caridad y el esfuerzo familiar y, más recientemente, por el afecto de sus vecinos y visitantes.

Jardin Botanico 

Obras de Arte

Un jardín encierra historia, es tiempo que ha transcurrido en sus espacios. Su riqueza plástica nos habla de otros tiempos y del presente, y de la relación del hombre con la naturaleza, el arte y el paisaje.
El jardín alberga una interesante colección de esculturas, de variados materiales y estilos, cuyos motivos evocan a la naturaleza, la historia o la música. Encuentre el recorrido en el plano principal y disfrute de su belleza.

Sendero "Flora Nativa"

Un recorrido para conocer algunos de los árboles que habitan nuestros montes, bosques y selvas. 

Bienvenidos al Sendero de la Flora Argentina

La Argentina posee una gran diversidad de ambientes naturales: selvas, bosques, estepas, desiertos, palmares, pajonales y pastizales y una gran diversidad vegetal, con cerca de 10000 especies nativas.
¿Cómo era el paisaje de esta región hace 500 años, antes de la fundación de Buenos Aires? Es difícil imaginarlo hoy. En esta región originalmente, el pastizal pampeano se continuaba en los bañados del Río de la Plata y las especies dominantes eran pastos que pertenecían a la familia de las Poáceas, con pocas especies arbóreas entre las que se destacaban ceibos, sauces criollos y talas.
Lo invitamos a recorrer el Sendero de la Flora Argentina y a conocer algunos de sus secretos e historias.
Todas las plantas de este sendero están identificadas con un punto de color violeta.
1) Anchico Colorado / Parapiptadenia rigida
Ejemplar de gran porte. Su hábitat natural es la Selva misionera, Formosa y Corrientes, constituyendo el estrato arbóreo superior. Longeva, su madera es muy apreciada.
2) Jacarandá / Jacaranda mimosifolia
Propio de las selvas subtropicales del Brasil, Bolivia y Noroeste de la Argentina, en la región de las Yungas, desde Jujuy y Salta hasta Catamarca, entre los 500 y 800 metros sobre el nivel del mar; además en la zona de transición con el Parque chaqueño. Muy cultivado en plazas y calles por su hermosa floración celeste violáceo. El néctar de sus flores sirve de alimento a colibríes y a la catita chirirí.
3) Ceibo de Jujuy / Erythrina falcata
Especie con distribución natural en Argentina, Brasil y Paraguay. En nuestro país, en las provincias de Jujuy, Misiones, Salta y Tucumán. Abarca zonas bajas de ríos, arroyos, lagunas, en Chaco serrano húmedo, Selva de Transición con Selva Montana. Su copa roja asoma en medio de la selva en su ámbito natural.
4) OmbúPhytolacca dioica
Su ambiente natural son las Selvas del Noreste, barrancas ribereñas paranaenses y platenses. Típico de las áreas rurales, su base semeja un pedestal. Es una hierba gigante ya que no pose crecimiento secundario: sus tejidos no lignifican. Forma parte de mitos, creencias populares y del folklore pampeano.
5) Higuerón / Ficus luschnathiana
Nativo del área mesopotámica, a veces crece epífita sobre otras especies. El proceso se inicia cuando las aves o mamíferos que comen sus pequeños frutos (minúsculos higos) depositan sus semillas en cavidades o grietas de otros árboles, estas semillas germinan absorbiendo humedad y materia orgánica de la corteza en descomposición. Una vez que sus raíces llegan al suelo, se unen y fortifican convirtiéndose en un gran tronco que en su interior conserva los restos del árbol estrangulado.
6) Tala Gateador / Celtis iguanaea
Nativo de los bosques ribereños, es una liana o arbusto trepador, típico de las selvas del norte. Su nombre vulgar remite a que en su ambiente natural sus frutos son dispersados por el lagarto overo llamado popularmente iguana.
7) Pindó / Syagrus romanzoffiana
Indígena del SO de Brasil, norte de Argentina y Uruguay. En Uruguay se llama chirivá, en Brasilgerivá. Los indígenas utilizaban sus hojas para fabricara cestos, esteras, abanicos, cuerdas de arcos y para techar ranchos. Ofrece alimento a gran variedad de aves: catita cirirí, boyero negro; también se registran usos medicinales.
8) Ceibo criollo / Erythrina crista-galli
Originario de la región subtropical, Mesopotamia y riberas del Río de la Plata, Uruguay, es muy común en el Predelta y Delta del río Paraná.
Es la “flor nacional” de la Argentina y del Uruguay. Para nuestro país fue establecida por decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 138.974, durante la presidencia de Don Ramón S. Castillo. De su néctar se alimentan picaflores y abejorros. La corteza y las flores poseen propiedades medicinales.
9) Timbó / Enterolobium contortisiliquum
Llamado también pacará, oreja de negro, su área de dispersión es tanto el área mesopotámica como las selvas en galería. Sus frutos contienen saponinas. En selvas y montes del norte provee alimento para el mono carayá, el tapir y el pecarí de collar.
10) Yatay / Butia yatay
Con un área de dispersión común entre nuestra Mesopotamia y Uruguay, su presencia principal se aprecia en el Parque Nacional el Palmar de Colón. Los frutos, de abundante pulpa agridulce y perfumada, son comestibles y además permiten la fabricación de licor.
11) Ibirá pitá / Peltophorum dubium
Indígena de las provincias de Misiones, Corrientes, Formosa, Chaco y Norte de Santa Fe, es uno de los mayores árboles de las selvas y bosques de galería. Produce una floración espectacular en enero, cubriendo la copa de amarillo brillante.
12) Cedro Salteño / Cedrela angustifolia
Conocido también como Cedro Coya, es una especie característica del piso superior de la "selva de montaña" del noroeste, a altitudes superiores a los 1.100- 1.200 y hasta los 2.500 m s.m. Convive generalmente con Juglans australis Griseb. (nogal criollo), Podocarpus parlatorei Pilg. (pino del cerro) y Alnus acuminata Kunth (aliso del cerro). Está incluido en la Lista Roja de especies amenazadas
13) Coronillo / Scutia buxifolia
Distribuida en las provincias de Buenos Aires, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Misiones, Salta y Tucumán. Sus ramitas espinosas son utilizadas para la confección de nidos por varias aves. Sus frutos sirven de alimento al celestino común, el zorzal chalchalero y el frutero azul entro otros. Las orugas de la mariposa conocida como “Bandera Argentina”, se nutren de las hojas de este árbol.

Sendero Etnobotánico I

Bienvenidos al Sendero de la Espiritualidad
Un recorrido para conocer la significación religiosa que la vegetación tiene para los pueblos originarios de América, base de la estrecha vinculación que estas culturas mantienen con la naturaleza.
Seres alucinados, espíritus errantes, almas en pena o en alegría, dan vueltas alrededor de las leyendas que acompañan la historia de todas estas plantas y su utilización por las culturas ancestrales que habitaron y habitan nuestro territorio americano.
Recordá que todas estas especies son tóxicas o venenosas. No pueden tocarse ni ingerirse. Miralas desde la distancia, sin pisar los canteros.
Todas las plantas que pertenecen a este recorrido están identificadas con un punto rojo.
  • 1. Floripondio (Brugmansia suaveolens) : Planta con usos alucinogénicos en el oeste de los Andes y sobre la costa Nor-Pacífico de Sudamérica. El principio psicoactivo es la escopolamina, que hace tóxica a toda la planta. Estos arbustos-arbolitos bajos de vistosas flores blancas, amarillas o rosadas (10 especies) crecen silvestres desde Colombia hasta Chile. Se emplean sus hojas, flores y semillas principalmente, en forma de cigarros, supositorios o enemas. Curanderos y chamanes lo emplean en prácticas mágicas, viajes visionarios, para transformaciones reversibles, adivinación, clarividencia, magia de amor, afrodisíaco, como amuleto e incienso. Los jíbaros de Ecuador esperan en sus sueños alucinatorios que los espíritus de sus ancestros les hablen y amonesten a los niños.
  • 2. Sacha-rosa (Pereskia sacha-rosa) : El canto a esta planta es empleado por los chamanes chorote para dirigirse a su espíritu y poder emplearla como un arma frente a otros chamanes contra los cuales luchan en su pugna por las almas, en virtud de sus largas espinas. La invocación del canto suele hacer que varias de estas plantas se “cierren” sobre su agresor aniquilándolo.
  • 3. Palo borracho (Ceiba chodatii) : Los peces que libera Kijwel –y las aguas del río Pilcomayo- estaban encerrados primordialmente en el tronco de un descomunal “palo borracho” ubicado en el centro del mundo que los contenía a todos. El incumplimiento por parte de Kijwel de la normativa de cerrar la “tapa” de dicho contenedor al ir a comerse un pescado, determina el desborde de sus aguas y de los peces. Las espinas de su corteza son empleados por Kijwel a manera de pezones como un atributo más de su travestismo con el fin de acostarse junto a las jóvenes deseadas por él sin despertar sospechas.
  • 4. Mistol (Ziziphus mistol) : Sus frutos comestibles eran fermentados antaño para preparar una bebida alcohólica o “aloja”, de poder embriagante, por todos los indígenas chaquenses. La mayoría de ellos sostienen que sus efectos los predisponen positivamente para comunicarse con los espíritus, razón por la cual era infaltable en las ceremonias sagradas (de iniciación, aprendizaje chamánico, etc.). También era valorada su propiedad de alegrar el propio espíritu, algo benéfico y, por tanto, infaltable en sus fiestas de cosecha.
  • 5. Sombra de toro (Jodina rhombifolia) : Se llama así en alusión a la forma de la sombra proyectada por sus hojas. Es creencia entre campesinos cristianos que bajo esta planta nunca caen los rayos, presumiblemente, en función de asociar la morfología de sus hojas con una cruz, por lo cual, aconsejan guarecerse bajo ella durante tormentas. Es planta considerada bendita por esta misma razón en Catamarca. Cuenta una leyenda santiagueña que su perfume cura el espíritu y que en esa provincia también colocan sus ramas en cruz en la puerta del corral para que sea buena la parición. Si muere la cabra la queman con esta leña. Si pare, los restos los cuelgan de este árbol. No la rompen ni talan porque Dios los castigaría haciendo morir sus cabras.
  • 6. Cháguar (Aechmea distichantha) : A los fines de protegerse de la acechanza del alma del muerto (que lo podría llevar a la locura) cuando una persona mataba a otra, los Lengua del Chaco paraguayo le friccionaban todo el cuerpo con las cenizas de esta planta. Se presume que esta práctica estaría asociada simbólicamente con las propiedades repelentes de las cenizas en general asignadas por los indígenas chaquenses.
  • 7. Guayacán (Caesalpinia paraguariensis) : En razón de su corteza lisa –exenta de irregularidades- y lustrosa, la mitología chorote –etnia del Chaco semiárido argentino- sostiene que uno de sus personajes principales llamado Kíjwel -ser antropomorfo superdotado a quien se atribuye la creación del río Pilcomayo y la aparición de los peces- se transforma en guayacán. Tal metamorfosis es empleada por este don Juan para atraer a una joven quien se enamora del árbol, en razón de las connotaciones fálicas de su tronco asociadas a las de este personaje. Otra creencia de esta etnia sostiene que la ingestión de la decocción de su fruto provoca una mudez permanente.
  • 8. Ceibo de Jujuy (Erythrina falcata) : Los chamanes son considerados en las tierras bajas de toda Sudamérica como dobles espirituales del “tigre” o “jaguar americano”, en razón de compartir el comportamiento anómalo entre los animales consistente en "cazar" seres humanos (una de las funciones del chamán en su faceta de hechicero es “robar” o “cazar” las almas de otras personas, enfermándolos). La corteza de este árbol es frecuentemente rasgada por las garras del tigre, cuentan, para “curarse” sus heridas, ya que son conocidas sus propiedades cicatrizantes. De esta manera su corteza rasgada es señal de la presencia de un chamán/tigre en las inmediaciones, observación no pasada por alto entre los indígenas a la hora de identificar potenciales hechiceros.
  • 9. Cebil (Anadenanthera colubrina) : Planta sagrada para varias etnias de América. Existen dos variedades, la cebil y la colubrina. Las semillas tostadas de la primera son empleadas por los indígenas Wichí del norte de nuestro país –quienes la denominan atáj- para favorecer el trance extático de sus chamanes y así poder comunicarse con sus espíritus auxiliares y otros del ideario chamánico para propiciar la buena caza, pesca, recolección, meleo y para buscar las almas de los enfermos. Por eso se la conoce como una “planta de la sabiduría”. Tiene elevada significación en la religiosidad de los pueblos que la utilizan en virtud de que así se comunican con los seres espirituales que regulan su cosmos.

Sendero "Los Reyes de Jardín"

Un recorrido para conocer los ejemplares más antiguos y más monumentales que habitan en este lugar
El Jardín Botánico se diseñó y plantó a partir de 1892, siguiendo el objetivo de dar a conocer a los habitantes cuáles son las especies vegetales que habitan el mundo.
Carlos Thays, su fundador, eligió un diseño que respondía a las ideas de la época sobre conservación de la naturaleza y logró plantar una colección de especies de todos los continentes.
Muchos de esos ejemplares aún habitan este Jardín y son los más notables árboles que pueden encontrarse.
Para visitar el Sendero podés imprimirte el plano o seguirlo a través del código QR que figura en el cartel inicial. Todas las plantas que pertenecen a este recorrido están identificadas con un punto azul.
Recordá que las plantas deben ser miradas desde la distancia. No pises los canteros.
Especies que se encuentran a lo largo del Sendero de los Reyes del Jardín:

Sendero "Árboles de mi Ciudad"

Bienvenidos al Sendero de los árboles de mi Ciudad
"Infunde verdadera tristeza, señor Intendente, ver cómo están tratados una gran parte de esos árboles y la mayor parte de ese sentimiento se produce al pensar, que los estragos cometidos en perjuicio de esas plantaciones, lo son por el puro gusto de hacer mal; casos previstos y penados en todo país civilizado a la par de los atentados a las personas, sino con más rigor aún, por lo que siendo cosa confiada a la fe pública, el delincuente asume tanta más responsabilidad."
Eugenio Courtois, 1887, Director de Paseos
"La destrucción que hace el público de estos árboles y de las plantas de las plazas es enorme, teniéndose que sostener una lucha diaria con los cocheros, los vagabundos que se apoderan de los bancos y la falta de escrúpulos de personas pertenecientes a las clases más elevadas. Muchas recomendaciones he dirigido al pueblo ya por los diarios, ya por los carteles colocados en la vía pública o enviando una circular a cada uno de los que posee un árbol frente a su propiedad, incitándoles a su riego y cuidado y haciéndoles presentes las ventajas que para ellos y sus familias representaba esa planta. Poco o nada se ha conseguido pero a pesar de esa indiferencia y debido tal vez a ser más grandes los colocados este año, sólo tendrán que ser reemplazados unos 300 de los 4580 plantados."
Juan Antonio Buschiazzo, 1890-1892, Director de Obras Públicas
NA: En fecha 30 de mayo de 1892 se sancionó la primera ordenanza que establecía responsabilidades y penas para los que destruyesen los árboles.
"En el tiempo a que se refiere esta memoria, la cantidad de árboles colocados en las calles y avenidas alcanza a 4746. Debo hacer constar el mejoramiento considerable obtenido en estos últimos años en lo que se refiere a la conservación de los árboles. Las ordenanzas dictadas al respecto han producido benéficos resultados y puede decirse que ahora no se producen en un mes las destrucciones que antes aparecían diariamente."
Carlos Thays, 1895, Director de Paseos
El Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires comenzó a plantarse en 1892, sobre terrenos ya parcialmente ajardinados que pertenecían a un organismo nacional, el Departamento de Agricultura.
Entre sus actividades principales, estaba la de cultivar árboles de buena calidad que luego serían plantados en toda la ciudad: en las avenidas, calles y bulevares y en las plazas y parques públicos.
Los textos que figuran al principio pertenecen a las Memorias de la Intendencia Municipal de aquella época y son parte de los informes anuales que realizaban funcionarios que, con el devenir de la historia, se convirtieron en grandes hacedores del urbanismo de nuestra ciudad.
Queda claro que el manejo y el cuidado del arbolado urbano son problemas de larga data; problemas que subsisten en nuestra época, cuando tenemos una ciudad arbolada y verde, que suele despertar la admiración en muchas de las personas que la visitan.
El valor del arbolado urbano no ha cambiado en cuanto a los principios que rigieron las primeras plantaciones: se plantaban árboles por estética y por salud, siguiendo los principios del higienismo, una teoría desarrollada en Europa que justificaba la presencia de los vegetales en el entorno urbano.
Estos principios son hoy más necesarios aún: la salud de los habitantes urbanos, la calidad del aire que respiran, el manejo de las corrientes de agua y las inundaciones, la moderación de las temperaturas extremas y, claro está, también la belleza, convierten al arbolado de la ciudad en uno de los elementos imprescindibles de nuestro patrimonio público.
Sin embargo, lo que no se conoce no puede cuidarse.
Te invitamos a recorrer este Sendero de los Árboles de mi Ciudad y a conocer algunas especies convenientes y otras que no lo son, para el arbolado de alineación. Podés verlos en su tamaño adulto y así tener una idea de su aspecto y también de las ventajas y desventajas que tiene su plantación.
De este modo podrás comprender por qué el árbol –el de la puerta de cada casa, el que sombrea una avenida, el que florece o cambia el color de sus hojas- es un “conciudadano” que nos beneficia y nos ayuda.
Dale a los árboles el amor que merecen. Recordá que no se pueden pisar los canteros. Observá a las plantas desde la distancia del camino. Están identificadas con un punto naranja.
1. Peltophorum dubium (ibirá pita): Distribuido en Brasil, Paraguay, Uruguay; en nuestro país se lo encuentra naturalmente en el área correspondiente a la Selva en galería. Es un árbol majestuoso, que puede alcanzar 30 m de altura. Mantiene el follaje durante la mayor parte del año, con hojas compuestas, de un verde profundo y brillante.
La floración espectacular es en verano, a partir del mes de enero, con grandes panículas de flores amarillas. Luego los frutos (secos, marrones) permanecen durante un tiempo en la planta. Fácil de cultivar, se ha incorporado al arbolado urbano de varias ciudades de la región pampeana: Rosario, Córdoba, Santa Fe.
Fue incorporado al arbolado en las calles de Buenos Aires alrededor de 1930, en la calle Lavalle, entre Callao y Montevideo, con ejemplares que aún pueden apreciarse. También existen ejemplares importantes sobre la calle Forest; en las plazoletas sobre la Av. 9 de Julio hacia el sur (altura Moreno), forman parte de un diseño especial con árboles nativos (idea de Nicolás García Uriburu hace más de 40 años), donde alterna con lapachos, jacarandás y palos borrachos, junta a las tipas que ya existían.
2. Acer negundo (arce común): Es una especie nativa de América del Norte. De rápido crecimiento, alcanza entre 10 y 15 m de altura, de copa globosa y follaje caduco. Hojas compuestas color verde claro, que viran a amarillas en otoño antes de caer; brinda sombra trasparente. Las flores no son vistosas, pero al fructificar, son característicos los racimos colgantes de sámaras.
Ya mencionado en arbolado urbano (veredas entre medianas a anchas) y en parques en el año 1887, con 522 ejemplares plantados, fue muy difundido en el siglo XX por su rápido crecimiento y su adaptabilidad al clima de la región pampeana. Sin embrago, con el tiempo se comprobó que no es tolerante a las podas habituales del arbolado urbano, y que debido a las características de su madera, las heridas de poda se convierten en puerta de entrada para agentes de pudrición (varias especies de hongos) y taladros.
Los inconvenientes mencionados, sumados a una rápida obsolescencia de los ejemplares, hacen que este arce ya no sea recomendado como especie de arbolado urbano. Sin embargo, otras especies de Acer se han incorporado al arbolado de la ciudad: buergerianum, saccharinum y platanoides entre otros.
3. Phytolacca dioica (ombú): Llamado bellasombra en España, imboú (en guaraní). Nativo de Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay. En contra de la creencia general, el ombú no es nativo del pastizal pampeano. Es oriundo de los montes del nordeste argentino, que llegan al sur hasta los talares de barranca del norte bonaerense. Allí aparece con su forma natural, un estilizado árbol con tronco alargado, diferente a los cultivados en plazas, donde no tienen ninguna competencia por la luz y pueden crecer a sus anchas.
Se la considera una herbácea gigante ya que su madera no se lignifica y al corte su crecimiento se aprecia como láminas, como hojas de hojaldre; alcanza entre 7 y 12 m de altura, dioico (sexos separados en individuos diferentes), con la copa densa, redondeada e irregular, con ramas gruesas; tronco cilíndrico, muy ensanchado en la base, llegando a formar con el paso de los años un pedestal del que pueden salir otros troncos; corteza áspera, fisurada, castaño-amarillenta. Follaje semicaducifolio, hojas alternas, simples, oblongas, de color verde lustroso, con el nervio central marcado. De valor medicinal, forma parte de mitos y leyendas; está vinculado al acervo folklórico de las pampas.
Por las características de su crecimiento, no debe instalarse en aceras, cerca de edificaciones. Su empleo debe limitarse a jardines y parques de gran dimensión con espacio suficiente, a los que aporta sombra densa.
Durante el siglo XIX, formó parte del arbolado de la ciudad, especialmente de la llamada “alameda”, a lo largo del Paseo de Julio. Muchos grabados de la época permiten identificar su presencia en las aceras coloniales. También el parque Tres de Febrero tuvo bosquecillos notables de ombúes.
4. Tipuana tipu (tipa blanca): Especie nativa de las yungas, en la provincia de Tucumán, Salta, Jujuy. También presente en Bolivia, Brasil, Uruguay. Con una altura en estado adulto de más de 20 m, es un árbol de follaje semi- persistente, (la caída de las hojas se produce en primavera, antes de la floración), ya que en Buenos Aires encuentra condiciones ambientales diferentes a su hábitat natural en invierno. De copa extendida, ramas zigzagueantes características, con hojas compuestas.
Es un árbol de gran belleza por su floración a fin de primavera, con flores amariposadas, en racimos cortos, que permanecen fugazmente en la planta, tapizando luego el suelo de amarillo. Fruto seco, con un ala leñosa. En Buenos Aires generalmente alberga en diciembre la chicharrita de la espuma (Cephisus siccifolius), lo que provoca la característica "lluvia de las tipas", un agua azucarada que cae desde su copa, totalmente inocua.
Muy utilizada en espacios verdes y arbolado urbano desde comienzos del siglo XX. En la ciudad puede apreciarse en las calles Pedro Goyena, Melián, Elcano, Guzmán, Av. del Libertador, Eva Perón, La Pampa, constituyendo túneles verdes en verano; en Costanera sur, Av. 9 de Julio.
En el jardín, su presencia se destaca sobre la entrada principal en la av. Santa Fe, con un conjunto de ejemplares centenarios de gran belleza.
Es una especie que ha sido valiosa en el arbolado de la ciudad, introducida por Carlos Thays a partir de sus exploraciones sobre nuestra flora nativa. Ya en 1892, Carlos Thays expresaba que “luego de observar este árbol por 3 años, se trata de uno de los que reúne el mayor número de cualidades de primer orden, por su vigor excepcional, su aspecto ornamental al más alto nivel, y por la utilidad especial que posee cada una de las partes que lo componen…considero como un deber aconsejar y facilitar su cultivo ……”
5. Acer buergerianum (Arce tridente o trilobado): Originario de China y Japón, es un árbol de copa amplia y abierta, a veces con varios troncos. Corteza de color castaño grisácea, rugosa; las hojas tienen 3 lóbulos característicos generalmente de borde entero. Las inflorescencias son pequeñas, poco vistosas, que se transforman en frutos papiráceos de color castaño claro que caen con gracia al suelo.
En otoño el follaje toma coloraciones rojizas y anaranjadas y en verano se cubre de disámaras muy decorativas, lo que le da valor ornamental interesante en el paisaje urbano. En la ciudad se ha incorporado al arbolado de alineación en aceras medianas.
6. Handroanthus impetiginosus (=Tabenuia impetiginosa) (lapacho rosado): Nativo de la selva tucumano-oranense en el norte del país, habita las provincias de Catamarca, Jujuy, Salta y Tucumán; también en Brasil, Bolivia y Paraguay.
De gran valor forestal, es un árbol que alcanza 20 m de altura, de follaje caduco. Hojas opuestas, compuestas y digitadas, por lo general con 5 folíolos. Flores rosadas reunidas en inflorescencias terminales llamativas. Los frutos son cápsulas péndulas, oscuras, dehiscentes, con numerosas semillas achatadas. Posee propiedades medicinales reconocidas.
Tiene la particularidad de florecer a comienzos de primavera en la región pampeana, cuando el árbol aún se encuentra sin follaje, lo que hace más espectacular la floración. Existen otras especies utilizadas de este género, anteriormente llamado Tabebuia, también adaptadas al paisaje urbano:H. chrysotrichus (de flor amarilla); H. heptaphyllus (lapacho negro, de flor rosada) y suelen presentarse ejemplares de flor blanca, se cree originados en una mutación de la especie anterior, que deben reproducirse de gajo para conservar este color de flor.
Originalmente llamado Tabebuia avellanedae, esta especie fue dedicada por el botánico Pablo Lorentz al Dr. Nicolás Avellaneda, destacado estadista y propulsor de las ciencias en la Argentina. Incorporado al paisaje urbano de Buenos Aires alrededor de la década del ’40 del siglo pasado, es uno de los más bellos árboles ornamentales, cultivado en los espacios verdes de muchas ciudades de Argentina. Ha sido repuesto en el arbolado de la ciudad a partir del año 2004.
7. Jacaranda mimosifolia (jacarandá- tarco) : Nativo de la base de las yungas o selvas de montaña, en el noroeste de argentina (Tucumán, Salta, Jujuy). Es uno de nuestros árboles indígenas más bellos, que ha sido introducido en las áreas tropicales del hemisferio norte por la belleza de su floración.
Los ejemplares adultos alcanzan entre 15 y 18 m. Tronco generalmente inclinado, tiene follaje de aspecto plumoso, semi persistente (la caída de las hojas se produce en primavera, antes de la floración, pues en Buenos Aires encuentra condiciones ambientales diferentes a su centro de origen durante el invierno). Tiene dos momentos de floración espectacular: con el árbol sin hojas en noviembre y otra de menor magnitud en febrero/ marzo en latitud pampeana. Los frutos, planos, secos y esféricos, permanecen largo tiempo sobre la planta.
Introducido por Charles Thays en el ámbito urbano, se lo ha utilizado desde fines del siglo XIX en el arbolado de calles y plazas en buenos Aires, donde puede vérselo hoy formando parte de alineaciones en la calle San Juan, Callao, en Plaza de Mayo, Plaza Italia, Plaza Seeber; en el Rosedal. Sobre la Av. Belgrano existe un ejemplar particular, que año a año florece sobre una rama con flores blancas.
En diciembre de 2014, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por Ley 5229, designó árbol distintivo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a la especie Jacarandá mimosifolia, el jacarandá o tarco. En los fundamentos del proyecto de ley que tuvo dictamen de Comisión (y fue sancionado sobre tablas con 59 votos positivos) se explicó que al igual que otras grandes capitales del mundo Buenos Aires posee un abundante y frondoso arbolado que constituye un valioso patrimonio. Y si bien la ciudad no tiene especies arbóreas autóctonas existen varias que son parte de la geografía urbana y de nuestra historia y entre ellas se destacan el jacarandá, el lapacho y la tipa, como las especies mejor desarrolladas. La ciudad cuenta actualmente con más de 11.000 ejemplares de jacarandá en el arbolado de alineación, y alrededor de unos 1.500 más en plazas y parques, siendo la especie nativa de mayor presencia.
8. Lagerstroemia indica (crespón): Especie originaria de China y norte de Australia, se ha difundido en el paisaje urbano por sus valiosos aportes estéticos.
De tronco y ramas color canela, recordando a nuestro arrayán, su follaje es caduco, de hojas color verde brillante, que viran al amarillo o rojo vinoso en otoño antes de caer. A comienzos del verano, hermosos ramilletes de floración blanca, rosada, lila o purpúrea cubren su copa. Por estas razones se lo considera de valor ornamental durante todo el año.
De crecimiento medio, se lo destina en arbolado urbano a aceras medias y angostas y a plazas y parques. En la ciudad, no le es favorable el clima, ya que suele aparecer una enfermedad llamada oídio (se visualiza como una eflorescencia blanca) sobre las hojas y brotes jóvenes en primavera, aunque el fenómeno se extiende si persisten las condiciones de temperatura y humedad propias de la estación.
9. Ceiba speciosa (= Chorisia speciosa) (palo borracho de flor rosada- samohu): Originario del NE de Argentina, sur de Brasil y Paraguay. En el país se distribuyen en las provincias de Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones y Santa Fe. Ha sido incorporado en el paisaje urbano a comienzos del siglo XX. Alcanza hasta 25 m de altura, tronco abultado de corteza verde, lisa en algunos ejemplares, con aguijones cónicos en otros. Hojas palmadas, caducas, de un tono broncíneo al brotar. Flores grandes, en una gama variada de rosados, muy vistosas desde verano a mediados de otoño. Frutos también llamativos en la primavera cuando abren y dejan escapar los pelos sedosos (paina) que recubren las semillas. Todo ello lo hace decorativo en cualquier etapa de su desarrollo. Muy fácil de reproducir por semilla.
Muy apropiado para plazas y parques, no se recomienda como árbol de alineación por su tronco con aguijones y por tener raíces que destruyen las veredas con gran agresividad. En la ciudad puede apreciárselo sobre la Av. 9 de Julio, a la altura de Independencia, en un grupo sobre las barrancas de plaza San Martín. También en la ciudad existen ejemplares de C. chodatii, palo borracho de flor blanca, yuchán, destacado en leyendas wichis por su significado: en tiempos míticos los peces y el agua de los ríos estaban contenidos en el interior de un gran "yuchán".
10. Tilia viridis (Bayer) Simonk. nothosubsp. Moltkei (Dippel) Xifreda (tilo): Es una especie de naturaleza híbrida, obtenido en Alemania en un vivero cercano a Berlín entre 1875 y 1880. Árbol de copa generosa, amplia, que produce una sombra densa. Hojas acorazonadas verde claro que toman un color amarillo intenso en otoño antes de caer. A finales de primavera, sus racimos florales blanco amarillento muy perfumados, señalan su presencia en la ciudad. Debe ser utilizado en aceras amplias por su desarrollo en edad adulta, en parques y grandes espacios. Produce numerosos retoños de raíces en la base del tronco, que permiten su multiplicación.
Si bien la naturaleza medicinal del tilo hace que en época de fructificación muchas personas recojan material de los árboles en nuestra ciudad, las propiedades medicinales se reconocen para otras especies de tilo: Tilia x europea (tilo de Holanda), T. platyphyllos y T. cordata, con flores medicinales, que figuran en la mayoría de las farmacopeas europeas por sus propiedades.
11. Liquidambar styraciflua (liquidámbar): Especie de origen americano, que crece en áreas húmedas sujetas a inundación. Es un árbol de porte medio, entre 12 y 15 m de altura, con una típica copa piramidal. Corteza gris clara en ejemplares jóvenes, hojas caducas con cinco lóbulos, que toman un espectacular tono púrpura o amarillo (según el caso) antes de caer en otoño. Si los otoños son frescos con noches frías, el color morado se intensifica.
Las flores son unisexuadas, las femeninas pasan desapercibidas, pero sus frutos esféricos, colgantes, con aspecto de erizo, son muy vistosos. Sus raíces son medianamente agresivas, por lo que se destina a aceras amplias. En grandes parques se conservan con el tronco vestido, no así en alineación.
El tronco provee una oleoresina llamada estoraque, empleada en perfumería y medicina. La madera y las hojas son aromáticas.
En recientes campañas de plantación fue introducido en la ciudad como árbol de alineación, tanto esta especie como el L. formosana, de porte más columnar.
12. Populus deltoides* (álamo): Es un árbol de origen norteamericano, del valle del Río Mississippi. Su hábitat natural son zonas con suelos aluvionales, clima templado. Introducido en el país hace más de un siglo, encontró su mejor adaptación en las zonas del Delta.
De porte medio, su corteza tiene hendiduras marcadas. Hojas caducas, en forma deltoidea, con pecíolos largos que le permiten moverse ante la menor brisa, produciendo un sonido particular. Toman color amarillo antes de caer. Hay naturalmente ejemplares masculinos y femeninos, aunque los mayormente cultivados en nuestro país son masculinos. Se multiplica fácilmente por estacas. Es una especie de muy rápido crecimiento.
Los álamos presentan un tipo de sistema radical superficial, agresivo y extendido; con yemas adventicias (raíces gemíferas) que producen daños en las veredas y redes de servicios subterráneos, ya que son exploradoras de humedad. Llegan a alcanzar grandes distancias (hasta 15 o 20 metros desde el tronco en cañerías de cloacas, instalaciones sanitarias, etc.) siendo difícil de solucionar técnicamente los problemas ocasionados utilizando el corte de raíces (lo que aumentaría el rebrote de renuevos por yemas estimuladas con el corte), por lo que su uso en aceras no está permitido. Además las ramas son poco resistentes a la acción del viento, quebrándose con facilidad, por lo no se recomienda cerca de viviendas.
13. Platanus x acerifolia (plátano): Es una especie de origen híbrido, producto del cruce entre 2 especies diferentes de Platanus. Especie caduca, de gran porte; produce sombra densa en verano. Puede alcanzar entre 18 y 25 m de altura. La corteza del tronco y ramas principales es de color gris verdoso, desprendiéndose en placas, lo que le otorga un valor ornamental más. Las hojas, con cinco lóbulos de borde sinuoso, son color verde franco y toman un color marrón intenso antes de su caída en otoño. Raíces de anclaje de gran tamaño, agresivas para con las construcciones (con frecuencia levantan las veredas).
Es una especie que debe ubicarse en aceras amplias o en grandes espacios verdes por las características de su desarrollo.
Fue introducida en el país en el siglo XIX; para noviembre de 1875 se la cita en las plantaciones del Parque Tres de Febrero, formado parte de alineaciones y “bosquecillos”.
Su valor como árbol urbano es muy interesante: las hojas poseen el envés densamente pubescente, que fija las partículas de polvo atmosférico, por lo que su acción descontaminante es significativa. En contra de este valor, se la acusa de ser una especie alergógena, debido a la pelusa que se desprende de sus frutos, que produce irritación mecánica de las mucosas respiratorias que empeora situaciones de rinitis previa. Sin embargo, muchas investigaciones consideran que otras especies son mucho más alergógenas (céspedes, fresnos, álamos), lo mismo que diferentes elementos de origen animal (ácaros).
14. Ficus macrophylla (gomero): El género Ficus incluye unas seiscientas especies, incluida la higuera común, y se extiende por todas las regiones cálidas del mundo. En general son árboles perennifolios y de robusto desarrollo. En estado silvestre alcanzan 30 m o más. De tallo erecto provisto de hojas persistentes, coriáceas, alternas, pecioladas, enteras y de forma y tamaño diferente según la especie. En sus ramificaciones surgen raíces que pueden arraigar y formar nuevos ejemplares. Flores unisexuales (monoicas), raramente dioicas, apétalas.
En décadas anteriores se comercializaba el Ficus elástica como arbusto para maceta, y cuando el ejemplar ya no toleraba el espacio restringido, muchas personas lo plantaron en las aceras como árbol de alineación. Con el tiempo la potencia de sus raíces no encontró obstáculos, rompiendo aceras, cañerías, frentes, obligando al mantenimiento permanente de los mismos. Por sus características agresivas y su follaje persistente, no debe incluirse en aceras. Sí es un ejemplar digno de grandes parques.
Una especie de ficus difundido también en Buenos Aires los últimos años es la especie benjamina. Vendido como “planta de interior”, colocado en hall de departamentos y patios porteños, en algún momento comenzó a plantarse por parte del vecino o del portero en las veredas de la ciudad, llegando a representar en el año 2000 el 3 % de la población arbórea, creyendo aquellos que lo plantaban que era la especie ideal para vereda por su rusticidad y comportamiento. Sus desventajas: raíces invasoras y follaje persistente lo descalifican para este fin.
En la ciudad existen varias especies de Ficus, algunos destacados e históricos como los de Recoleta, plaza Lavalle, Plaza Dante, Rosedal de Palermo, etc. De este misma género, el F. luschnathiana, agarrapalo o higuerón, con un hábito “estrangulador”, existen ejemplares notables en el Jardín Botánico y en Plaza Lezama.

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